Carece de la ímpetu a veces que intuye cuando la arrebatan la expresión en una palabra, coraje la sensatez acallada, desciende de la inmaculada expresión de la observación, se asusta, calcula por momentos los pensamientos, gestos, ajustados en su cintura.
Descalzos los momentos tan poco sencillos, conmemoran la incertidunbre de la vida, un simbolo donde aprendemos unos de otros, todos de todos, de pequeños a mayores, el ciclo que siempre se repite y gira como la rueda de un molino sin descansar.
La observación ante uno mismo, es el reflejo de lo que somos, lo que nos gusta y lo que no, lo que está bien o mal, simplemente.
Si miramos en el reflejo de ese espejo y vemos la intolerancia reflejada en nosotros, daremos mas tiempo a meditar lo que queremos para los demás.
Quizás sea en el optimismo de lo aprendido, vivido, y observado durante la vida, aprendamos que lo que dejamos, es lo que vale, ese valor, lo enseñado, lo valorado, el mejor legado al que uno puede aspirar.
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