Era la mañana aquella ventana estaba vacía,
solo quedaban dos gotas balanceándose por ella,
jugando a ser una,
recorriendo el cristal como si fuera la piel.
Vacilaba tendida entre esencias,
sedas transparentes que la envolvían,
abrigando su piel.
Recorrido sinuoso de la noche.
Eran las arenas finas sometidas
en el claro y preciso momento,
de aquella lejanía de los momentos,
de los cuentos embrujados.
Momentos donde su mirada recorría aquel abismo
donde en el aire se respiraba lentamente,
compás en armonía, con notas
en blanco y negro formando una cadena en ese pentágrama,
esa melodía que la envolvía, en pasado y presente.
Eran los pasos descalzos deleitándose en el paisaje,
silencio, la existencia de la mejor soledad.
Eran los labios recorriendo ese paisaje,
imaginando su piel en la madrugada,
despertando, llevando el cielo,
encerrándose en ella,
navegando a la deriva
como el barco sin destino.
Eran sus manos enlazadas
en el pliegue de la meditación
anocheciendo, regresando
a los vientos de la alocaban.
El rincón imaginario de la imaginación
la brisa de la estela, aromas, tenuidad
en la escena.
Eran, una noche imaginaria
cada nota de esa canción
esos labios impregnando la imaginación
de un pensamiento.
Era pensar, latir, olvidando, recortando
los momentos sin predecir.
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