Mi vida es como un libro abierto,
aunque cerré algunas páginas a los que se apropiaron de mis
sentimientos para hacerme daño.
Comencé en ella con un llanto al
nacer, y me ha acompañado siempre, muchas lágrimas derramadas, por
muchos momentos amargos, demasiados...
Conseguí la mayor felicidad de mi
vida, que es la sonrisa de mi hija cada día cuando me despierta con
un cosquilleo en mi nariz.
Y de repente llega un momento amargo,
donde no existen las palabras de nadie para consolarte, solo estas
tú, y piensas en esa noticia, que te acaban de dar un 31 de
Diciembre, para acabar la etapa de ese año, no piensas en nada, solo
en ella.
Caminas por ese pasillo largo, frío,
de donde no sabes si volverás, apagándote en lágrimas, por ella y
nadie mas.
Lo recorrí, y supe volver de el,
aprendiendo que la vida, es un valor demasiado importante y que a
veces no nos paramos a pensar, en lo que perdemos en ella cada día,
con cosas innecesarias.
En ese pasillo recordé lo mas
importante, vivir, cada día, por mi, por ella, por los que me
quieren de verdad, volví a nacer, con el mismo llanto, sin
importarme lo que digan los demás, deseando mil cosas cada día,
porque nadie es nadie, para opinar, porque nadie puede ponerse en ese
lugar, jamás, de lo que has vivido.
Deje siempre apartadas mis letras, mi
pasión, en ese cajón, sin darme cuenta, de que con ellas, podía
ampliar mis sentimientos a los demás, aprendiendo a encajar todos
esos momentos, y ponerme siempre en el lugar de los demás, dar
quizás lo que yo no obtuve en aquel momento, es lo que me hace feliz
hoy.
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